El Arzobispo Primado de México, el Cardenal Norberto Rivera, dijo hoy en su homilía que "la alegría de la semana santa" se ha visto ensombrecida por el embate a los valores "más queridos por los mexicanos". Sin entrar en detalles barrocos sobre las sociedades de convivencia y el aborto, me parece que el Señor Arzobispo está confundido. A menos que la conmemoración de la Pasión y Muerte de Cristo, así como el aniversario luctuoso de su Santidad Juan Pablo II sean para él cosas alegres.
Ya sé que los fanáticos religiosos de siempre me van a decir que la Semana Santa es un suceso alegre porque conmemora el sacrificio del hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre por quien todo fue hecho, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y que por obra del espíritu santo se encarnó en la Virgen María y se hizo hombre y por nuestra causa fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilatos, falleció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las escrituras y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin.
Pero técnicamente el Domingo de Resurrección ya no forma parte de la Semana Santa sino de la siguiente semana, porque al menos en México las semanas empiezan el Domingo. Así que en cuanto a la parte que le corresponde a la Semana Santa, se supone que para todo Católico Apostólico Romano que se respete debería ser un tiempo de reflexión y recogimiento que debería dedicar a rezar en casa sintiéndose culpable por no haber sido digno durante el resto del año del autosacrificio del Hijo de Dios hace 1980 años, en lugar de andar pensando en irse a revolcar en una playa.
Claro que esto sería si realmente todos los Católicos siguiéramos rigurosamente y al pie de la letra las recomendaciones de la Santa Madre Iglesia. Pero como el índice de natalidad sigue bajando, el número de divorcios sigue creciendo y la ocupación hotelera en la Semana Mayor sigue repuntando, sospecho que así como en realidad no son fechas tan tristes para la mayoría de los Católicos (salvo tal vez dedicarle por ahí alguna lágrima para Juan Pablo II), los asuntos del aborto y de las sociedades de convivencia no le van a quitar el sueño a nadie. Sólo a unos cuantos hipócritas de doble moral que piensan que está bueno divertirse en Semana Santa pero no permitir que las personas que piensan diferente tengan derecho a decidir en qué creer y cómo vivir su vida.
Ya sé que los fanáticos religiosos de siempre me van a decir que la Semana Santa es un suceso alegre porque conmemora el sacrificio del hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre por quien todo fue hecho, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y que por obra del espíritu santo se encarnó en la Virgen María y se hizo hombre y por nuestra causa fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilatos, falleció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las escrituras y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin.
Pero técnicamente el Domingo de Resurrección ya no forma parte de la Semana Santa sino de la siguiente semana, porque al menos en México las semanas empiezan el Domingo. Así que en cuanto a la parte que le corresponde a la Semana Santa, se supone que para todo Católico Apostólico Romano que se respete debería ser un tiempo de reflexión y recogimiento que debería dedicar a rezar en casa sintiéndose culpable por no haber sido digno durante el resto del año del autosacrificio del Hijo de Dios hace 1980 años, en lugar de andar pensando en irse a revolcar en una playa.
Claro que esto sería si realmente todos los Católicos siguiéramos rigurosamente y al pie de la letra las recomendaciones de la Santa Madre Iglesia. Pero como el índice de natalidad sigue bajando, el número de divorcios sigue creciendo y la ocupación hotelera en la Semana Mayor sigue repuntando, sospecho que así como en realidad no son fechas tan tristes para la mayoría de los Católicos (salvo tal vez dedicarle por ahí alguna lágrima para Juan Pablo II), los asuntos del aborto y de las sociedades de convivencia no le van a quitar el sueño a nadie. Sólo a unos cuantos hipócritas de doble moral que piensan que está bueno divertirse en Semana Santa pero no permitir que las personas que piensan diferente tengan derecho a decidir en qué creer y cómo vivir su vida.
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