
Pues que se muere Boris Yeltsin. Los idealistas lo recuerdan como aquel Senador loco que se subió a un tanque para defender la democracia rusa contra un golpe de estado. Los detractores lo recuerdan como el demagogo que les vendió la idea de un país nuevo y los acabó dejando sin casa, sin seguridad social, sin dinero, sin alimentos y vaya usté a saber qué mas. Hagan de cuenta que como a López Portillo. Yo lo que recuerdo es que era un tipo parrandero al que le encantaba la pachanga y especialmente empinar el codo. Así que habrá que rendirle homenaje el viernes con una botellita de Stolichnaya.
El caso es que los Rusos perdieron un tema de conversación. Y el mundo perdió a un viejito simpático.
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