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martes, 17 de marzo de 2009

La Noche de Jaltenco

Recordarán que el 23 de febrero pasado, en el municipio de Jaltenco hubo una masacre de perros que sólo se pudo describir como un "tlatelolcazo de perros y gatos". Cuando pasó aquello, tenía apenas dos días de haber sepultado a mi perro, tras verlo consumirse por el cáncer en cosa de semanas. De hecho, nos enteramos que lo que lo mató fue un cáncer hasta que ya estaba muerto... así que se podrán imaginar el orden de ideas que pasaron por mi cabeza cuando vi las noticias y las imágenes de este evento que no sé ni cómo calificar.

La imagen que hasta la fecha me sigue nublando la vista es la de un perro parcialmente desollado, tendido en el piso. De acuerdo a las descripciones del evento, todo parece indicar que el pobre animalito fue desollado vivo. Por elemental humanidad no subo aquí esa foto. Como tampoco las fotos del piso y las paredes de aquel lugar manchadas completamente de sangre, restos de piel y carne. Yo no sé si los animales tengan alma o no, pero de lo que estoy seguro es de que la gente que hizo esto no la tiene.

Originalmente se dijo que habían sido los vecinos de Javier Cervantes, molestos por el olor y el ruido que hacían los animales que había rescatado de la calle, los que formaron una especie de turba enfurecida que a machetazos irrumpió en el lugar y terminó con la molestia.

Esto sería de todas formas reprochable e imperdonable, pero hubiera podido entenderse como un arrebato de furia e histeria colectiva. En todo caso, los vecinos habrían mostrado demasiada mala leche porque apenas el sábado 21 se había realizado un concierto de beneficencia con el que se recaudaron fondos suficientes para bardear un terreno donde mudar a los animales. Sin embargo, lo que ha ido saliendo después me parece todavía peor que un linchamiento:


No fue una turba. Fueron policías municipales, los que con toda premeditación, alevosía y ventaja, en conjunto con personal del antirrábico y de encapuchados armados con pistolas, machetes y tubos, se presentaron en el departamento de Javier Cervantes para masacrar de la manera más salvaje que se puedan imaginar a los perros y gatos que ahí se encontraban. Mientras esto ocurría, policías estatales realizaban un cordón de seguridad para impedir el paso de curiosos. No sólo allanaron la casa y destruyeron la propiedad del señor Cervantes (matar la mascota de alguien es, legalmente, un delito similar a romperle la ventana de su casa), sino que amagaron a un amigo de él, lo golpearon, lo arrojaron sobre una pila de animales agonizantes, lo obligaron a presenciar el resto de la masacre y posteriormente lo secuestraron, lo amarraron y lo arrojaron en una barranca. Ésta es la descripción de Héctor José Urdapilleta de lo que pasó esa noche:

“Me llamó Javier para decirme que un vecino le había avisado que estaban matando a sus perros. Corrí hasta el departamento de Javier y fuí recibido por personas de negro, encapuchados, con armas largas, machetes, y tubos. Les pedí que dejaran de golpear y machetear a los perros.

¿Eres el dueño de los perros?, no, pero son de un amigo y vine a ver que pasaba. En ese momento me metieron al departamento y me empezaron a golpear con los tubos y a patadas. Sabes que estás metido en un grave problema, me dijeron los encapuchados, al mismo tiempo que me tiraron donde estaban agonizantes los perros. Alcance a ver a Tomás un perro que gritaba desgarradoramente por el dolor de sus heridas. Alcancé a ver a otro perrito que al huir, de un machetazo le cortaron una patita y a pesar de eso siguió corriendo.

‘Eso es lo que quieres, pues eso tendrás’, y me aventaron sobre los perros masacrados. Me oyeron llorar por no poder hacer nada por los perros. Les grité a los vecinos, y todos se quedaron callados. Afuera estaban policías municipales impidiendo entrar a nadie. Junto con los animales destrozados, me subieron a una camioneta y no me permitían subir la cabeza, con las botas me la bajaban, quedando totalmente empapado en sangre de los perros.

Al ver llegar policía estatal, sentí un gran alivio, pensé que me rescatarían, tengo muchos amigos en la policía estatal, pero no hicieron nada. Me amarraron con cinta canela los pies y manos y me llevaron al Ministerio Público, quien no encontró ninguna razón para consignarme, por lo que me volvieron a subir a la camioneta y me fueron a tirar hasta una pequeña barranca no muy lejos de aquí. Desde ahí me regresé caminando y aunque son las dos de la mañana, estoy vivo.”

Posteriormente, por orden del Edil perredista Germán Lugo Romero, metieron en el refrigerador los cadáveres de varios perros y gatos para tratar de inculpar a Javier Cervantes de vender carne de perro a las taquerías de la zona y justificar la intervención de la policía. Y hasta dijeron que tuvieron que utilizar dos camiones de volteo para sacar 2 toneladas de excrementos que estaban en el traspatio del departamento de Javier.

Si a mi me dolió en el alma perder a una mascota por causas más o menos naturales, no me alcanzo a imaginar lo que ha de estar sintiendo este hombre al día de hoy por la manera en que las autoridades ayudaron a masacrar a la mayoría de los animales que intentaba proteger. Lo que más indigna es que si las autoridades no son capaces de hacerle nada a homicidas y pederastas reconocidos, mucho menos le van a poder hacer algo a una banda de mataperros protegidos por la policía municipal y estatal.

Han habido varias manifestaciones contra este crimen, pero no está por demás protestar también en internet. Como nos ha demostrado el Gober Precioso, gracias al fuero no hay autoridad que pueda poner en cintura a un servidor público. Sin embargo, hay algo a lo que sí le tienen miedo la mayoría de los políticos: perder el apoyo de su partido. Así que después de firmar la petición de justicia en línea, mándenle también un correo a sus cuates del PRD, a ver si les gusta que les saturen el correo por culpa de sus compañeros de Jaltenco.

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