Para mi que lo que pasa es que estamos en uno de esos períodos históricos de cambio donde ni la gente ni las instituciones saben bién ni dónde están paradas. Lo que funcionaba ayer, ya no funciona ahora y no se sabe qué es lo que va a funcionar mañana. Dentro de esta incertidumbre generalizada, la gente tiende a tomar posiciones extrañas y contradictorias. Las diferencias entre facciones se agudizan, y así tenemos a un México extremadamente liberal que choca de frente cada vez más seguido con otro México extremadamente conservador. Y por eso a veces no sabemos ni cómo reaccionar.
Lo que más me llamó la atención del caso fueron las crónicas de lo que pasó cuando los hombres se pusieron la ropa. Mientras todos estuvieron desnudos, todo era paz y armonía y buenaondez. Nadamás se vistieron los hombres y sacaron a relucir el pequeño naco que los mexicanos llevamos dentro: el zócalo se convirtió en el equivalente a una gigantesca obra en construcción, donde los peones se divierten gritando y chiflando a las mujeres que se atreven a pasar por enfrente. Lo que me refleja esta anécdota es que tal vez no es que haya varios Méxicos: a lo mejor lo que pasa es que los mexicanos tenemos múltiples personalidades, como el Dr. Jeckyl y Mr. Hyde. Podemos pasar de ser de lo más tolerantes y abiertos a ser totalmente intolerantes y cerrados en segundos, simplemente por el hecho de cambiar de ropa. Como supermán, nomás que en vez de héroes nos convertimos en patanes. En otras palabras, estamos locos.
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