La Santería desde hace siglos ha tomado la figura de algunos Santos Católicos, particularmente la de San Pascual Baylón, dándoles atribuciones similares a los de la actual Santa Muerte. Uno de los lugares donde se practica más activamente la Santería en México es Catemaco, donde se dice que a principios de la década de 1960 un lugareño descubrió la figura de la Santa Muerte en una de las tablas de su choza. La leyenda afirma que llamó al cura del lugar para que verificara la imagen, pero éste la descartó diciendo que era una figura proveniente "de un rito satánico". Por ese motivo, el culto a la Santa Muerte se fue expandiendo de boca en boca, a escondidas, por el temor de sus practicantes a ser tachados de "satánicos".
Alrededor de 1965, el culto a la Santa Muerte comenzó a organizarse mejor, extendiéndose rápidamente entre la gente que arriesga cotidianamente la vida. No sólo pistoleros y narcotraficantes le rinden culto a la Santa Muerte, como pretende el Gobierno Federal: entre sus seguidores hay obreros, policías, soldados, bomberos, paramédicos, taxistas, transportistas y sexoservidoras. Más aún, la Santa Muerte tiene todo tipo de seguidores, la mayoría de ellos gente humilde que sólo desea llegar con bien al final del día, por lo que me parece un acto de gran intransigencia pretender prohibir sus creencias sólo porque algunos criminales profesan esa fé. ¿A poco no hay criminales de otras religiones?
Yo creo que las personas que profesan el culto a la Santa Muerte tienen tanto derecho a sus creencias como las que siguen cualquier otra religión. Tal vez las imágenes de la Santa Muerte sean atemorizantes para muchos, pero ¿acaso la escultura de una persona crucificada, con una corona de espinas, clavos en manos y pies, y con el cuerpo lacerado y bañado en sangre no es una figura atemorizante? Se vale no comulgar con su fé, pero lo que no se vale es prohibirles creer en ella.
Finalmente, el culto a la muerte no es nuevo en esta región del mundo. Baste recordar que cada 1 y 2 de Noviembre se ponen ofrendas a los muertos en todos los panteones del país sin que nadie se escandalice. Desde tiempos prehispánicos se ha rendido culto a los Dioses del Inframundo como el Maya Ah Puch o el Mictlantecuhtli de los Mexicas. Y no hay que olvidar el culto a Coatlicue, la Diosa Madre.

Un dato revelador sobre la fuerza del culto a Coatlicue, es el destino de la escultura de la Diosa que alguna vez estuvo en el Templo Mayor. Tras la conquista fue rápidamente enterrada bajo la Plaza Mayor de la nueva Ciudad. Pero entre 1790 y 1792, durante los trabajos de renivelación de la Plaza el monolito fue redescubierto y enviado a la Real y Pontificia Universidad, donde fue enterrado de nuevo. En 1803, cuando Alexander Von Humboldt visitó México, logró que se desenterrara la Coatlicue temporalmente para poder estudiarla. Sin embargo, se volvió a enterrar en 1804 porque increíblemente, casi 300 años después de la Conquista Española, en cuanto reapareció la figura de Coatlicue comenzaron a aparecer misteriosamente veladoras frente a ella: el culto a la Diosa Madre seguía vivo y latente. Aún hoy, cada Día de la Tierra, se le llevan ofrendas de flores a Coatlicue hasta su ubicación actual, en la sala Mexica del Museo Nacional de Antropología e Historia.
Tan poderoso era en la época prehispánica el culto a Coatlicue que se realizaban grandes peregrinaciones hasta su santuario, el cual se encontraba en el Cerro del Tepeyac. No es una coincidencia. Tal vez me excomulguen por decirles esto, pero tras la milagrosa aparición de la Virgen de Guadalupe y la construcción de la Basílica, mientras que los Criollos y Mestizos pensaban que iban a La Villa a venerar a la Madre de Cristo, los herederos de los mexicas sabían que, en el fondo, estaban venerando a su antigua Diosa Madre: Coatlicue, la Diosa de la Vida y de la Muerte.

Todo esto viene a cuento porque estoy convencido de que prohibir el Culto a la Santa Muerte en México, no sólo es un artero atentado contra los Derechos Humanos de quienes profesan esta fé: es un acto tan inútil como tratar de prohibir el culto a la Virgen de Guadalupe. Finalmente la Santa Muerte y la Virgen de Guadalupe son dos caras de una misma moneda: el antiguo culto a la muerte de los mexicanos que tanto fascina a los turistas extranjeros y en el que casi nunca reparamos. Los creyentes en la Santa Muerte van a seguir practicando su fé, y el hecho de ser una religión "prohibida" está atrayendo a más adeptos hacia ella que si se le tratara como a cualquier otro culto religioso. Pero eso pasa por hacerle caso a los fanáticos del Yunque y mezclar la política con la religión. El gobierno no tiene por qué andarse metiendo en una disputa religiosa que nada tiene que ver con la inseguridad y la "Guerra contra el crimen organizado".