
Ésta es una reconstrucción científica del
rostro original de Santa Claus a partir del cráneo que se conserva en la Basílica de Bari.
San Nicolás de Bari (250-345), Obispo de Myra, fue una persona tan querida en su tiempo que a su muerte se convirtió en el primer Santo no mártir (o sea, que no fue asesinado por profesar su fé). Su proverbial generosidad trascendió la frontera del tiempo, y se le atribuyen numerosas anécdotas y milagros. Con el tiempo, San Nicolás se convirtió en el Santo patrono de las Ciudades de Amsterdam, Bari, Barranquilla, Beit Jala, Liverpool, Moscú, y Nuevo Ámsterdam (hoy Nueva York); así como de los niños, los estudiantes, los marineros, los comerciantes, los arqueros y las prostitutas. Como San Antonio, también es un muy recurrido ayudador de las jovencitas en edad casadera que quieren encontrar marido. Pero lo que más ha trascendido de San Nicolás es su legendaria costumbre de regalar juguetes a los niños en Navidad.

En Europa, la leyenda del dios Nórdico Odín se mezcló con la historia de San Nicolás para dar lugar a un personaje característico llamado Papá Noel en Francia e Inglaterra y Sinterklaas en los Países Bajos. La imagen que tenemos de un Santa Barbudo recorriendo el mundo con un costal de juguetes y un trineo volador jalado por renos viene de ahí. Así llegó Sinterklaas a América a principios del Siglo XVII, de la mano de los primeros colonos holandeses que se establecieron en la isla de Manhattan.
Con el tiempo, Manhattan cambió de dueño, y Nueva Ámsterdam se convirtió en Nueva York, pero la tradición de Sinterklaas sobrevivió con un nuevo nombre: Santa Claus. Nada más que no había un Santa Claus estándar: simplemente se lo imaginaban como un viejito sonriente y barbón, con un largo y grueso abrigo y un costal de juguetes al hombro. Algunos se lo imaginaban gordo, otros flaco, unos alto y otros chaparro. Algunos pensaban que traía un abrigo verde, otros que era café o rojo, otros que blanco, etc...

El 3 de enero de 1862, en plena Guerra Civil, apareció en Harpers Weekly una ilustración de
Thomas Nast llamada "Civil War Christmas" inspirada en el libro "a visit from Saint Nicholas" de Clement Clarke Moore. En ella pueden apreciarse dos representaciones de Santa Claus: en la esquina superior izquierda, está a punto de bajar por una chimenea y en la esquina superior derecha está conduciendo su trineo. En el mismo número apareció otra ilustración de Nast de un Santa Claus visitando un campamento de Soldados de la Unión. Posteriormente, Nast se encargaría de pulir el concepto dotando a Santa de una residencia en el Polo Norte, un ejército de duendes que le ayudan a construir sus juguetes, y mejorando la imagen general del bonachón benefactor hasta llegar a esta imagen de 1881:

El Santa Claus de Nast se convirtió rápidamente en parte de la Cultura Americana. Sin embargo, todavía tenía muchas diferencias físicas con el que conocemos hoy. Eso cambió a partir de diciembre de 1913, cuando se publica en la portada de la revista Boys Life la primera pintura de
Norman Rockwell, que representa a un Santa Claus con traje y gorro rojos, incluyendo el cinturón y las botas. Durante la década de 1920, Norman Rockwell puliría su concepto de Santa Claus en las portadas del Saturday Evening Post, convirtiéndolo en un personaje memorable.

Sin embargo, el salto de una tradición nacional de Estados Unidos a un ícono global de la Navidad se dio durante la campaña de Navidad de
Coca-Cola de 1931. Para esta campaña, el ilustrador Haddon Sundblom retomó al Santa Claus de Rockwell pero utilizó los colores de la marca para crear un Santa con un brillante traje rojiblanco, guantes, gorro, botas y cinturón de hebilla gruesa... y lo dotó de su clásica carcajada. Y así, de la mano de "La Pausa que refresca", Santa Claus le dio la vuelta al mundo.

Así es que, aunque usted no lo crea, el moderno Santa Claus es la mezcla de la vida de un Obispo Bizantino, la leyenda de un Dios Nórdico, la creatividad de un par de ilustradores y la campaña de mercadotecnia de un refresco de Cola. ¡Jo, jo, jo, jo!
Por último, cabe señalar que Santa Claus no siempre es bien recibido. En todo el mundo, los fundamentalistas religiosos lo ven como una forma de idolatría y los ultranacionalistas de todos colores lo ven como un símbolo de la imposición cultural del Imperialismo Norteamericano sobre las tradiciones locales. Probablemente tienen algo de razón, pero a veces llegan a extremos francamente exagerados, como en el caso de la Iglesia Bautista de Westboro, que literalmente asegura que creer en
Santa Claus te va a llevar al infierno.
Feliz Nochebuena a todos. Si toman, no manejen. Y si no duermen solos, no abusen de los romeritos. Luego no digan que no se los advertí.
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