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jueves, 11 de febrero de 2010

Invictus



Nelson Mandela estuvo preso del 5 de Agosto de 1962 al 11 de febrero 1990 por sus convicciones. El poema Invictus, de William Ernest Henley, fue la fuente de inspiración que le ayudó a motivarse para seguir adelante y soportar casi tres décadas de cautiverio.

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.


Hoy hace 20 años comenzó a desmoronarse la estructura del Apartheid sudafricano. Entre la caída del muro de Berlín y la liberación de Nelson Mandela el mundo parecía confirmar que había motivos de sobra para tener esperanza en el futuro. Parecía que sólo era cuestión de tiempo para que, como fichas de dominó, fueran derrumbándose uno a uno los regímentes totalitarios que tenían dividido al planeta. Durante esos dos meses vivimos la ilusión de que un mundo sin odio era posible. Desafortunadamente, el espejismo no duró mucho. 20 años después, en nuestro mundo hay más odio que nunca. Por eso es que muchos de los que pertenecemos a la "generación X" ya no creemos en las promesas de nadie.

Por cierto, si vieron la película del mismo nombre, habrán visto que Mandela le dio al capitán del equipo de Rugby sudafricano un papel con unas palabras de motivación. Según la película habría sido este mismo poema, sin embargo en realidad el texto que le dio fue un fragmento de un discurso de Theodore Roosevelt conocido como "el hombre en la Arena". No sé ustedes, pero yo estoy considerando seriamente mandarlo enmarcar:

No es el crítico el que cuenta; ni el hombre que señala cómo el hombre fuerte se tambalea, o dónde el que ha hecho algo pudo haberlo hecho mejor. El crédito le pertenece al hombre que se lanza a la Arena, con el rostro estropeado con polvo y sudor y sangre, y lucha valientemente; al que se equivoca y se queda corto una y otra vez, porque no hay esfuerzos sin errores ni imperfecciones, pero se esfuerza para alcanzar sus metas; al que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones; al que se entrega a una causa justa; a quien en el mejor de los casos conoce al final la satisfacción de alcanzar el éxito y en el peor de los casos, si falla, al menos falla arriesgándose en gran medida, para que su lugar nunca esté entre aquellas almas frías y medrosas que jamás conocerán la victoria ni la derrota.

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