🔍 Agregar RSS Suscribir por e-mail

lunes, 28 de diciembre de 2009

Conectando un Nokia N97 en el coche

TaYo Clós me trajo en Navidad un estéreo para el coche, porque el que tenía se apagaba cada que pasaba un tope. El reemplazo fue el VM8013 de Jensen, el cual reproduce DVDs a un precio bastante accesible, y tiene una entrada frontal A/V de 3.5 mm y un cable para conectarlo a tu reproductor de MP3. Sin embargo, cuando intenté conectarlo directamente a mi N97... no funcionó.

La razón es que, aunque el conector de 3.5mm es un estándar, el orden de los cables no lo es. El cable estaba diseñado para conectar un iPod Video o un Zune, mientras que el orden que utiliza Nokia en su salida A/V es diferente:

PINiPod VideoMicrosoft ZuneNokia N97
1RLL
2LRR
3GGV
4VVG

Donde R y L son los canales de Audio (Derecho e Izquierdo), V es el canal de Video y G es la tierra.

La solución fue simple: pelé el cable que venía con el estéreo, crucé el cable amarillo (Video) de un lado con la trenza de tierra del otro, volví a aislar el cable y listo. Otra solución más elegante hubiera sido fabricar un cable, pero prefiero esperar a que termine la temporada navideña para buscar las piezas.

Esta información no sólo es útil para conectar el teléfono a un estéreo, sino para hacer tu propio cable A/V (de 3.5mm a RCA) de acuerdo a tus necesidades... por ejemplo, si por alguna razón necesitas conseguir un cable de 4 metros.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Como cangrejos en una olla


La Piedra del Sol que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México, es el emblema del Glorioso Pasado Azteca que los mexicanos hemos comprado gracias a la historia oficial. Sin embargo, pocos se dan cuenta de que no tiene nariz, porque se la arrancaron jugando al tiro al blanco los soldados norteamericanos acantonados en el Zócalo de la Ciudad de México en 1848. ¿Por qué la mayoría no se da cuenta de que el Calendario Azteca no tiene nariz, aún teniendo la piedra enfrente? Porque el mexicano sólo ve lo que quiere ver. Tenemos serios problemas para percibir la realidad como es: somos una sociedad esquizofrénica.

Hoy sabemos que prácticamente todos los cuentos que nos han inculcado como nuestra historia en realidad son una gran mentira: ni nuestros héroes son tan heróicos, ni nuestras glorias son tan gloriosas, ni nuestros villanos son tan deleznables. En la práctica todo es una fábula, una cortina de humo para ver sólo lo que queremos ver, como la nariz inexistente del calendario azteca.

Miguel Hidalgo, José María Morelos, Vicente Guerrero, Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez, Maximiliano de Habsburgo, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Pancho Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas... todos ellos tienen algo en común. En su momento histórico, y a su manera, todos ellos fueron caudillos. Algunos terminaron siendo los superhéroes y otros los archivillanos de la historieta que conocemos como México. Pero se han preguntado alguna vez ¿por qué los mexicanos tendemos a endiosar irracionalmente a nuestros caudillos - y después a lapidarlos?

Creo que la raíz está en la forma de ser del mexicano. Nos quejamos de todo... pero siempre esperamos que alguien venga a resolver nuestros problemas, ya sea Papá Gobierno o la Virgen de Guadalupe. O un caudillo. Por eso, cuando aparece uno, mágicamente desaparecen sus defectos. Mientras dura su aura, el caudillo es un mesías, un iluminado, un ser superior que conoce todas las respuestas. No se le ve como es, sino como se desea que sea. Hasta que un mal día nos damos cuenta de que es un ser humano más, como todos nosotros y entonces sí, el caudillo se convierte en un traidor.

Mientras sigamos negándonos a enfrentar la realidad y a entender que las respuestas están en nosotros mismos, estamos condenados a repetir el error de seguir ciegamente al caudillo en turno para después quejarnos amargamente porque "nos traicionó". Nos urge liberarnos de ese pesado lastre que venimos arrastrando desde hace siglos y tomar nuestro propio destino en nuestras manos. ¿Cómo hacerlo?

Para empezar, no podemos seguir dejando la responsabilidad de resolver nuestros problemas a los demás: Por ejemplo, si no estás de acuerdo con que te cobren peaje por circular en una calle ¿de quién es la culpa? ¿del gobierno que permite este tipo de negocios o de los usuarios que a pesar de estar en desacuerdo lo avalan comprando su tarjeta? En otros países la gente se organiza espontáneamente para defenderse contra los abusos y la explotación. Aquí simplemente refunfuñamos, pero jamás movemos un dedo para resolver los problemas por nosotros mismos esperando que alguien los resuelva por nosotros.

De lo anterior se desprende que también tenemos que dejar de ponernos el pie unos a otros. Colectivamente somos como cangrejos en una olla: cuando uno logra llegar hasta arriba, los demás lo vuelven a jalar hacia abajo. Esto se ve mucho en el mundo educativo y laboral, donde abundan los cretinos que están más ocupados en tratar de sabotear a los demás para que no destaquen que en tratar de brillar por méritos propios. El mexicano odia al que se desempeña mejor que él, porque lo hace ver mal. Pero si queremos sobrevivir como sociedad, tenemos que erradicar de una vez por todas a la envidia de nuestra vida.

Esto es ante todo un problema de educación. A un sistema social basado en la explotación, como el nuestro, no le conviene una población educada y pensante. Para los políticos la población mexicana siempre ha sido un ente sin criterio ni voluntad propia y por lo tanto fácilmente manipulable al que llaman "el pueblo". Tenemos que dejar de depender la agenda oficial y hacernos cargo de nuestra propia educación, y eso significa romper con las trabas mentales que nos han inculcado. De entrada, recurriendo a una actividad que la escuela primaria nos enseñó falsamente a odiar: la lectura. En segundo lugar, tenemos que dejar de confiarnos tan sólo en la educación que reciben nuestros niños en la escuela: es imperativo hacernos cargo de su educación, asegurándonos de que en la escuela realmente están adquiriendo conocimientos y no sólo malas mañas.

En fin, los caudillos nunca han sido la panacea, ni la solución de nuestros problemas: sólo han servido para mantener a México en la miseria y la ignorancia. Si a pesar de saber esto estás empeñado en seguir ciegamente a otro caudillo, estás en tu derecho. Nada más que cuando llegue el inevitable momento de la lapidación y te sientas defraudado... no te tires al drama ni digas que no sabías que eso iba a pasar.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Los Simpson cumplen 20 años


El 17 de diciembre de 1989 se transmitió el primer capítulo de los Simpson: Simpsons Roasting on an Open Fire. O séase, el capítulo en que aparece huesos (Ayudante de Santa). Y la serie todavía sigue al aire, lo que la convirtió desde hace tiempo en el programa de televisión más longevo en Estados Unidos, desbancando a los Picapiedra.


Ya antes habían salido como cortos en el programa de Tracey Ullman, y aunque no fue el primer capítulo en ser producido fue transmitido primero con motivo de la temporada navideña. Uno de los grandes méritos de Los Simpson es que fue la primera serie (al menos, que yo recuerde) en criticar directamente a la sociedad estadounidense con ese humor amarillo que la caracteriza, allanando el camino para un montón de series aún más ácidas como Southpark, American Dad, Family Guy y tantas otras. ¿Cómo olvidar capítulos tan memorables como el de Los Borbotones, el del oso Bubu, el de Frank Grimes o el atentado contra el Sr. Burns?

El impacto de Los Simpson ha trascendido incluso el mundo de la televisión y llegado al mundo de la política: por ejemplo, baste recordar que Hugo Chávez prohibió la transmisión de Los Simpson en Venezuela.

Por esta y muchas cosas más... feliz cumpleaños a los Simpson

sábado, 12 de diciembre de 2009

La Guadalupana


En 1649, el Bachiller Luis Lasso de la Vega publicó un libro titulado "Huei tlamahuizoltica omonexiti in ilhuícac tlatohcacihuapilli Santa Maria Totlazonantzin Guadalupe in nican huei altepenáhuac Mexico itocayocan Tepeyácac". Como su nombre claramente lo indica, es el relato de "la milagrosa aparición de la reina celestial, nuestra preciosa madre Santa María de Guadalupe, cerca del gran altépetl de Mexico, en un lugar llamado Tepeyacac" y es la fuente principal de todo lo que sabemos sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Claro que, con un título así, no es de extrañar que hoy lo conozcamos simplemente como el "Nican Mopohua". Y para cerrar mi serie de notas sobre cultos mexicanos, no hay mejor fecha que el 12 de diciembre para hablar de la Virgen de Guadalupe.

El Gran Suceso

A grandes rasgos, todos conocemos la historia. El Nican Mopohua dice que "en el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un caballero indio, pobre pero digno, su nombre era Juan Diego, casateniente, por lo que se dice, allá en Cuautitlán". El sábado 12 de diciembre, al dirigirse hacia Tlatelolco desde su casa, Juan Diego oyó una especie de canto celestial al pasar junto al cerro del Tepeyac y una voz que le llamaba desde lo alto: "Mi Juanito, mi Juan Dieguito". Al llegar a lo alto vio a una doncella que le dijo "Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi Juanito: ¿A dónde te diriges?" A lo que Juan Diego respondió que iba a tomar el catecismo en Tlatelolco.

Entonces la misteriosa mujer le dijo que era la Virgen María, Madre del verdaderísimo Dios, y que ardía en deseos de que le construyeran una capilla en ese mismo lugar. Que se honraba en ser madre compasiva de todas las gentes que habitan esta tierra, y de los más variados linajes de hombres que la honraran confiando en su intercesión, porque allí estaría ella siempre dispuesta a escuchar su llanto y su tristeza y para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas y sus dolores. Después le dijo que ojalá aceptara ir a ver al Obispo de México para contarle todos los detalles de lo que había visto y escuchado para que le levantara en el llano su templo. A lo que Juanito libremente dijo que sí, aceptaba. Y se fue corriendo a ver al recién llegado Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga.

Tras una larga antesala, el Obispo recibió a Juan Diego y cuando le hubo relatado lo que le dijo la Virgen, como que no le dio del todo crédito y le dijo que lo iba a pensar. Se fue Juan Diego muy triste al darse cuenta de que no le creyeron y volvió a subir al Tepeyac, donde ya estaba la Virgen esperándole. Le dijo que no le hicieron caso y que mejor mandara a alguien más adecuado para estos menesteres, porque a él nunca le iban a hacer caso por ser tan poquita cosa. Entonces la Virgen le contestó que era preciso que fuera precisamente él quien negociara la construcción del templo y le ordenó que fuera al día siguiente a hablar nuevamente con el Obispo para que mandara hacer su templo.

Al día siguiente, domingo 13, Juan Diego se fue desde temprano a Tlatelolco a pasar lista y escuchar misa, y de ahí se dirigió al palacio del Obispo. Con muchos trabajos logró que el Obispo le volviera a recibir, y ahí le imploró de rodillas que le hiciera caso, porque era la mismísima Virgen María la que le estaba pidiendo el templo. Pero aunque el Obispo pareció ponerle más atención en esta ocasión, pidiéndole infinidad de detalles, le dijo que si en verdad era la Virgen la que le estaba pidiendo ese templo tendría que ofrecerle una prueba irrefutable de que ello era cierto. A lo que dijo Juan Diego que cómo no, que al día siguiente le llevaría la prueba que deseaba. Pero no regresó.

Resulta que al regresar a su casa en Cuautitlán se encontró con que su tío Juan Bernardino estaba muy grave de salud, casi moribundo. Así que el lunes estuvo de un lado a otro consiguiendo ayuda, y el martes por la noche, después de que los médicos le confirmaran que su tío estaba moribundo decidió ir a la Ciudad de México a buscar un sacerdote para que le diera los santos óleos. Como no quería encontrarse con la Virgen por haber dejado de lado el asunto de su encomienda, decidió darle la vuelta al Tepeyac por otro lado pero la Virgen, que lo vio desde lo alto, bajó por el otro lado para cerrarle el paso y se lo encontró de frente en el camino: "¿Qué hay, Hijo mío el más pequeño? ¿A dónde vas? ¿A dónde vas a ver?" a lo que Juan Diego se postró diciéndole "Mi Virgencita, Hija mía la más amada, mi Reina, ojalá estés contenta; ¿Cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud?, Señora mía, mi Niñita adorada?" (Este es el origen de la frase "No te hagas, que la Virgen te habla")

Avergonzado, Juan Diego le contó que el Obispo le pidió una señal de que quien se le había aparecido en el Cerro del Tepeyac realmente había sido la Virgen María, pero como su tío estaba muy enfermo no había tenido tiempo de irla a ver. Que en cuanto consiguiera un sacerdote que lo confesara regresaría para seguir su encomienda. Pero la Virgen le dijo que para eso estaba ella, que no se preocupara porque su tío ya había sanado. Y le pidió que subiera al cerro del Tepeyac, que cortara unas flores que estaban en el sitio donde se vieron la primera vez y que las trajera ante ella.

Subió entonces al cerro y encontró muchas flores de muy distintos tipos, las cortó todas poniéndolas en el hueco de su tilma y bajó corriendo a ver a la Virgen. Ella tomó las flores entre sus manos, las volvió a poner en la tilma y le dijo que esas flores eran la señal solicitada. Le pidió que le llevara inmediatamente las flores al Señor Obispo, que le contara todo cuanto había visto y escuchado y que sólo ante él desplegara su tilma para mostrarle el contenido.

Fue Juan Diego corriendo al Palacio Episcopal y pidió ver al Señor Obispo, pero siendo de madrugada los sirvientes no quisieron molestarle. Sin embargo, al ver que Juan Diego llevaba horas negándose a moverse y viendo que llevaba algo le preguntaron qué llevaba, a lo que contestó que unas flores. Les permitió echar un vistazo y al ver que eran muchas y muy frescas se animaron a decirle al Obispo lo que estaba pasando. Éste pidió que le mandaran a Juan Diego y cuando éste le hubo relatado lo que ocurrió y descubrió la tilma apareció en ella la imagen de la Virgen, tal como se aprecia ahora en la Basílica de Guadalupe.

Mientras todo aquello ocurría, la virgen se le había aparecido también a Juan Bernardino, el tío de Juan Diego. Después de sanarlo le dijo la misión que le había sido encomendada a Juan Diego y le pidió que él también fuera a ver al Señor Obispo para narrarle cómo había sanado y le dijo también que quería que se le conociera como la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe.

Corolario

Hasta aquí la versión oficial de las apariciones de la Virgen de Gudalupe. Hoy en día, cada 12 de diciembre el Santuario de Guadalupe se convierte en la sede de una de las peregrinaciones más grandes del mundo, tan sólo opacada por las peregrinaciones a la Meca de los musulmanes y las peregrinaciones al Ganges de los hindúes. Pero pocos saben que estas peregrinaciones ya se llevaban a cabo ANTES de que se apareciera la Virgen en el Tepeyac. De hecho, desde mucho antes de que llegaran los Españoles a América. Casualmente, en el cerro del Tepeyac se adoraba antes a Coatlicue, la Diosa Madre, la Diosa de la Vida y de la Muerte. El mito Guadalupano es una de las muestras más espectaculares de sincretismo en México, donde la Iglesia Católica parece haber dado su brazo a torcer asimilando y haciendo suya una tradición local muy arraigada.

Para mí la moraleja de la historia de Juan Diego debería ser que nunca deberías sentirte poquita cosa por tonterías como razas y clases sociales: si te lo propones, puedes llegar a hacer cosas extraordinarias sin importar dónde y en qué circunstancias creciste. Pero la iglesia católica mexicana, elitista como siempre, consideró que Juan Diego no podía llegar a la Santidad sin un pasado glorioso. Así, de golpe y porrazo Juan Diego se convirtió en una especie de príncipe azteca de piel clara, casi blanca. Qué miopía. Por eso hay más gente rezándole hoy a Jesús Malverde que al Juan Diego light que canonizaron hace unos años: la gente ya no se identifica con él.

En fin, a pesar de los desatinos en la canonización de Juan Diego, buena parte de los mexicanos todavía cree en la Virgen de Guadalupe, y algunos se confiesan Guadalupanos aún sin considerarse católicos. Como en todo culto, también hay fanáticos capaces de atravesar el atrio de rodillas para pagar mandas por favores o milagros atribuídos a la Virgen. Racionalmente parece inconcebible: si la Virgen se supone que es la madre de los mexicanos, ¿cómo pretenden agradarla autoinfligiéndose torturas? Si me pusiera nopales en las rodillas o me atravesara la piel con púas de maguey para halagar a mi mamá seguramente me meterían a un manicomio. Pero hay que recordar que el origen de la Virgen de Guadalupe en realidad es prehispánico, y así se hacían los sacrificios humanos sin que nadie se escandalizara.

Sin embargo, también hay fanáticos del otro lado: algunos atacan rabiosamente a la Iglesia Católica y al culto de la Virgen de Guadalupe como si fuera la causa de todos los problemas del país, y alguna vez llegaron al extremo de poner una bomba en la Basílica de Guadalupe, donde por cierto la imagen de la Guadalupana quedó intacta.

A mi me parece que renegar de la Virgen de Guadalupe es un acto inútil. Yo no sé qué pasó aquella fría mañana de 1531, pero me inclino por pensar que no pasó absolutamente nada. Es más, sospecho que Juan Diego ni siquiera existió. Pero es lo de menos: lo que me gusta del Nican Mopohua es la idea de que alguien nos cuida y protege sin hacer distinción de nacionalidad, raza o posición social. Esa debería ser la filosofía de todos los servidores públicos, especialmente de los que dicen representarnos o protegernos.

sábado, 5 de diciembre de 2009

El "Santo Culichi"

Una figura muy peculiar de la cultura mexicana es Jesús Malverde, a quien el gobierno ha acusado injustamente de ser "el Santo de los Narcotraficantes" y cuyo culto está siendo perseguido activamente, junto con el de la Santa Muerte. Sin embargo, así como prohibir el culto a la Santa Muerte es un esfuerzo tan inútil como prohibir el culto a la Virgen de Guadalupe, prohibir el de Jesús Malverde es como prohibir el culto a San Judas Tadeo: a fin de cuentas, son manifestaciones de una misma necesidad espiritual que no debe menospreciarse. Además, la de Jesús Malverde es una historia muy interesante que podríamos catalogar dentro de la de los bandidos benefactores, al estilo de Robin Hood, Chucho el Roto y el Pancho Villa pre-revolucionario.

Su abuelo, Abraham Malverde, había heredado a su padre una pequeña parcela de tierra a las afueras de Culiacán. Don Abraham había tenido que cambiarse de apellido al llegar a la ciudad para ocultarse de la ley, puesto que era buscado en Mazatlán por haber matado a un hacendado que había violado a su hermana y asesinado a su padre. Así es que sus hijos y sus nietos fueron registrados con el apellido Juárez, incluyendo a Jesús, quien nació en un cuarto prestado por unos campesinos a las afueras de Mocorito, Sinaloa, el 28 de Junio de 1876.

Tras presenciar la muerte por inanición de su padre durante la peor sequía registrada en la historia del Estado de Sinaloa, el pequeño Jesús se fue llenando desde muy pequeño de rencor contra los hacendados que a unos cuantos pasos acaparaban alimentos mientras su familia moría de hambre. Durante un tiempo intentó cultivar sin éxito la milpa yerma de su padre, pero finalmente se rindió y decidió enrolarse como peón en la construcción del Tren del Pacífico. El gusto le duró tan sólo un par de años, puesto que al terminar el tendido de las vías se terminó también el trabajo.

Después entró a trabajar en la hacienda minera de El Oro, propiedad del Gobernador Francisco Cañedo, pero éste al verlo muy joven se negó a pagarle lo mismo que a un adulto. Jesús explotó de indignación, arrojándole al Gobernador una bolsa de herraduras a la cabeza que apenas logró esquivar, y Cañedo en respuesta mandó que lo azotaran y lo arrojaran a una barranca para que lo devoraran los animales salvajes. Dado por muerto, Jesús sobrevivió de milagro, rescatado por los indios Mayos. Con ellos vivió durante años, hasta que un nuevo incidente con un guardia rural lo obligó a abandonar la aldea y en su huida fue a dar a una comuna de Chinos que cultivaban clandestinamente amapola en la sierra para producir opio que llevaban después a vender a Guaymas.

Debido a sus habilidades con las armas, los chinos lo contrataron para cuidar los sembradíos y proteger el envío a puerto de la preciosa carga. A cambio recibió mucho dinero, pero todo lo fue repartiendo entre los pobres en el camino hasta quedarse con las manos vacías. Este hecho le ganó notoriedad pero llamó demasiado la atención sobre su persona, siendo seguido por mucha gente necesitada que lo buscaba para pedirle ayuda, aún cuando se hubo quedado sin dinero. Por ese motivo se vio obligado también a abandonar la aldea de los chinos.

Ya por su cuenta, Jesús decide cambiarse el apellido por el de su abuelo y formar una gavilla que se dedicó a asaltar diligencias y haciendas en los Altos de Culiacán, repartiendo la mayor parte del botín entre la gente necesitada. Nace así la leyenda de Jesús Malverde, el bandido benefactor que robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres.

Sus ataques fueron aumentando en frecuencia y monto, al grado de que el Gobernador tuvo que ofrecer una recompensa cada vez más grande sobre su cabeza. Sin embargo la recompensa no servía de gran cosa: Jesús siguió siendo el azote de la región hasta el día en que durante un enfrentamiento fue herido de gravedad por una bala. Sabiéndose herido de muerte, hizo prometer a sus amigos que lo entregarían a las autoridades para cobrar la recompensa y repartirla también entre los necesitados, cosa que se cumplió cabalmente. Se dice que a pesar de estar ya muerto, el Gobernador Cañedo mandó escenificar un ahorcamiento con su cadáver, a las afueras de Culiacán, y no contento con ello no sólo prohibió que fuera enterrado, sino que ordenó que permaneciera colgado del mezquite hasta que se lo comieran los buitres para que sirviera de escarmiento.

Pero las cosas no salieron como deseaba Cañedo. Aunque el mezquite estaba custodiado por guardias para que se cumpliera la cruel sentencia, desde la multitud que se juntó para ver la ejecución de Malverde surgió un balazo que cortó la cuerda de la que pendía el cuerpo. Después la gente comenzó a arrojar piedras sobre el cadáver hasta dejarlo bajo una pequeña montaña, creando así su tumba. Cada quien se acercó y arrojó al menos una piedra porque, aunque estaba prohibido enterrarlo, en ningún lado se decía nada sobre "empedrarlo".

Así, la tumba se convirtió en un lugar de culto hasta donde la gente llevaba piedras de su lugar de origen. La gente comenzó a rezarle a su otrora benefactor como si fuera un Santo Católico, solicitándole ayuda de la misma forma en que se le pide a San Judas Tadeo, el patrono de las causas perdidas. Cuando creció la ciudad, sus restos fueron reubicados en una capilla al otro lado del camino.

Se le relaciona con el Narcotráfico por Raymundo Escalante, de quien se dice que tras haber sido herido de bala y arrojado al mar por orden de su padre, suplicó a Malverde su ayuda e inmediatamente después fue salvado por un pescador. Desde ese momento, famosos narcotraficantes como Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Amado Carrillo Fuentes comenzaron a acudir a la capilla de Malverde.

Sin embargo, decir que todos los que le rezan a Malverde son narcotraficantes es como decir que todas las mujeres que le rezan a San Nicolás (sí, Santa Claus) son prostitutas. El culto a Malverde es mucho más amplio y antiguo, pues acaba de cumplir cien años, y no sólo es una lástima sino un verdadero abuso de autoridad que amparado en la lucha contra el narcotráfico el gobierno esté destruyendo capillas de Malverde. Más que acciones contra el narcotráfico, estas acciones parecen una cruzada desesperada contra los cultos alternativos que están robándole clientes a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Pero, como demuestran los últimos 2,000 años de historia, las Guerras Santas nunca han terminado bien. ¿No creen que ya va siendo hora de que aprendamos la lección?