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jueves, 16 de septiembre de 2010

El Hombre Bicentenario

Si el Coloso del Bicentenario realmente tuviera 200 años, ¿qué estaría celebrando?

Si hubiera sido uno de los pocos niños afortunados que recibía educación a principios del siglo XIX, a los 11 años hubiera tenido que reaprender todo lo que le habían enseñado, puesto que de la noche a la mañana resultaba que vivía en un país llamado México. A los 12 años lo habrían reprobado puesto que ahora vivía en el Imperio Mexicano. Cuando cumplió los 13 años el Imperio Mexicano se convertía en República Mexicana. Con tantos cambios de nombre, seguramente habría abandonado en este momento la escuela para dedicarse a trabajar el campo. Ahí habría trabajado a ratos y a otros hubiera sido reclutado por la fuerza para enfrentar el intento de reconquista Española o para combatir a nombre de conservadores o liberales en la interminable guerra civil mexicana que siguió a la caída del Imperio, dependiendo de quién llegara primero al pueblo.

Gracias a tanta desorganización y guerra civil, entre los 25 y los 36 habría visto cómo el país se desmoronaba, separándose temporalmente Zacatecas, después Texas, después (por un ratito) los Estados de Tabasco, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, y posteriormente habría vivido la independencia de Yucatán. A los 36 le habría tocado padecer la Guerra con Estados Unidos y la consecuente pérdida de los territorios de Nuevo México y Alta California, así como parte de Chihuahua y Coahuila.

A los 38 le habría tocado ver que se reincorporara Yucatán a México con motivo de la guerra de Castas, y a los 44 lo habrían enrolado en la guerra de Reforma, que llevó del derrocamiento definitivo de Santa Anna a la Constitución de 1857. Sin embargo, a sus 47 años, nuestro Coloso no habría podido descansar, puesto que lo hubieran reclutado para pelear en la contrarreforma, una nueva guerra civil que duró hasta que nuestro Coloso tendría 50 años cumplidos.

Sin embargo, las aventuras de nuestro Coloso no terminarían aquí, porque un año después ya estarían los Franceses entrando a Veracruz. Seguramente habría peleado contra la intervención francesa hasta los 53, y después habría peleado alternativamente por el Segundo Imperio o por la República, dependiendo de qué leva lo fuera agarrando, hasta cumplir los 57 años. Entonces podría por fin descansar de guerras, pero le duraría el gusto tan sólo hasta los 63: después de que le dio el aire a Juárez, empezó un nuevo período de inestabilidad que culminaría más o menos cuando nuestro coloso tendría unos 66 años, al asumir el poder Porfirio Díaz.

A partir de aquí el Coloso tendría que haber escogido entre ser policía rural, minero o peón de hacienda, en cualquier caso trabajos peligrosos y mal remunerados. Tal vez, por sus antecedentes bélicos, pudiera haber sido reclutado para combatir las insurrecciones en el valle del Yaqui o en Yucatán reprimiendo la añeja guerra de castas. Así las cosas durante 34 años, hasta que la Revolución Mexicana inauguraría otro periodo de guerra civil de 19 años durante el que nuestro Coloso seguramente habría vuelto a ser reclutado en la bola a través de las levas que hacían unos y otros revolucionarios, hasta que la gran familia revolucionaria decidió dejar de arreglar sus diferencias a balazos y fundar el PRI. Entonces seguramente la revolución le habría hecho justicia y hasta le habría tocado que le dieran un pedazo de tierra propio para cultivar.

Pero si nuestro Coloso pensó, a sus 120 años que la violencia era cosa del pasado, se equivocaba. Las guerras civiles dieron paso a las crisis económicas, y gracias a ellas y a la corrupción natural de los gobiernos de este país cobró cada vez más fuerza un tipo de poder económico que no había conocido tanta bonanza desde la época de los piratas: el crimen organizado. Gracias al PRI, la corrupción se institucionalizó y se permitiría hacer cualquier cosa, siempre y cuando se repartieran las cantidades correctas de dinero entre las personas correctas. Y al que no le pareciera o dijera algo, plomo. La violencia seguía, pero no se notaba. En México no pasaba nada.

Cuando nuestro Coloso tendría unos 155 años, comenzó un nuevo periodo de agitación. En el México en que no pasaba nada, comenzaron a pasar cosas. Huelgas, marchas, movimientos obreros y estudiantiles, guerrillas... A estas alturas el Coloso probablemente estaría demasiado cansado y habría visto demasiada sangre ya como para tomar estas protestas en serio, y hasta le habría divertido ver a cierto Capo de la vieja escuela convertido en Presidente propiciar y alentar todo un movimiento estudiantil y el levantamiento de grupos guerrilleros para después tomar como esclavos a los que habían participado en ellos y ponerlos a construir un paraíso artificial privado en el Caribe.

A los170 años, el Coloso habría visto secarse el país. Los cultivos comenzaban a desaparecer, el campo se comenzó a abandonar. Probablemente nuestro Coloso habría tenido que abandonar su tierra y migrar siguiendo el ciclo de cosechas: la caña en Morelos, el aguacate en Michoacán, el jitomate en Sinaloa, el frijol en Jalisco. Como en tiempos de Don Porfirio. Con suerte, habría conseguido una chambita en la Ciudad de México como cargador en la Central de Abastos, o de jardinero. Nada más que todo estaba cada vez más caro. Y cada vez hay más gente, menos trabajo y peor pagado. Así que a los 180 años nuestro Coloso probablemente habría migrado a Estados Unidos, para levantar las cosechas en California o Texas. Tal vez hasta descubriría que le pagaban mucho mejor como jardinero del otro lado que de éste.

Pero para cuando hubiera cumplido los 190 años, la cosa del otro lado se habría tornado más hostil. Aumentarían las redadas, las deportaciones. Que por culpa de los terroristas de Hay Queda o algo así. Así que sin papeles, habría sido deportado de nuevo a México. Aquí descubriría que alguien se habría apropiado de sus tierras para construir un Club de Golf. Sin hogar, sin trabajo, habría sido una presa fácil para ser reclutado en una nueva leva. Nada más que en esta ocasión las levas no nada más las hace el gobierno para reforzar su ejército. Hoy las grandes levas las hace el "Crimen organizado" para defender las rutas de tráfico ilegal de droga, piratería y personas, y las plazas donde se comercializan.

Así que hoy en día, nuestro Coloso, a sus 200 años de edad, estaría entre la espada y la pared, sin oportunidades de trabajar, con la disyuntiva entre entrar al ejército o a la policía con un sueldo miserable y sin garantía de llegar con vida a la quincena, o agregarse a las filas de algún ejército privado de la mafia mexicana, con la certeza de tener tarde o temprano una muerte violenta y dolorosa pero con un sueldo muy pero muy superior. Sin oportunidades, sin futuro.

¿Qué motivo tendría entonces nuestro Coloso para celebrar? Les voy a decir cuál sería este motivo: que a pesar de tantas guerras civiles, violencia, corrupción, pésimos gobiernos y peores decisiones, a pesar de nuestra realidad tan pinche y nuestro futuro tan incierto, México sigue estando ahí. Disfrútenlo mientras dura, y celebremos el Bicentenario, porque al paso que vamos nada nos garantiza que algún día este país llegue a celebrar su tricentenario.